lunes, 18 de febrero de 2013

PUENTE VERDE

Capítulo XXI
 
Del éxito de un concurso de murales
 
El tirón de la conferencia de Mingorance ha servido para que Mariano le ponga las pilas a Beltrán Olmedilla, que guarda muy en secreto lo del concurso de murales, que no le ha vuelto a decir nada, que está como un pasmarote y muy obtuso, que ni siquiera habrá sido capaz –y no por timidez- de contarle al director de la Escuela de Artes y Oficios lo de la exposición en los soportales; el mejor sitio –lo tiene claro Mariano- para que Bracamonte contemple, lea y se empape de lo que son capaces los jóvenes de Ciudad Dorada en el manejo de las tintas chinas, para dibujar orlas y grecas, y en la capacidad de síntesis y sentido común, para redactar consignas del más puro y profundo espíritu nacional. 
-¡Que ayude Paco Sastre! –ordena a Olmedilla-. Y que se deje de gimnasia –le conmina-, que ya sé, porque me lo han contado, que dirige los ejercicios físicos con abrigo, bufanda, puro y toses.
Mario Cornejo, como subjefe provincial de la Movida, aprieta por su cuenta y riesgo el acelerador sin retórica. Ahí está con el director del Instituto, don Melquíades López, a fin de habilitar el aula de dibujo, la más grande del centro, para los últimos retoques de los murales, de todos los murales, que la cosa trae cola.
-Se necesita mucho espacio, amigo Melquíades -aclara-, que han de sumarse también los trabajos de otros colegios...
-Suya es el aula –le interrumpe el director del Instituto, para añadir- y que sea para bien.
No se puede pedir más; ha sido una actitud elocuente y comprometedora, de apoyo y desinterés, de “buena predisposición” -la llamaría Mariano-, que don Melquíades no necesita prebendas del Régimen, que ha alcanzado ya su techo como docente, que se le ha pasado la edad para  mayores y jugosas responsabilidades... ¿O no? ¿Cree usted, tal vez, que aspira a delegado provincial?  De momento, si es así, ha colocado su primera piedra; y a fe que no tiene mucha competencia y posibles zancadillas. Además, el episodio del biscuter sobre el tejado, felizmente resuelto, suma  y no resta en su hoja de servicios.
Quienes parece que se han dado prisa, por primera vez en sus vidas, han sido  Beltrán Olmedilla y Paco Sastre, que han tomado al asalto el aula de dibujo y ahora despliegan sobre las mesas las cartulinas de los murales ante el desasosiego y picazón de tripa de alumnos propios y extraños, que han venido hasta de colegios de Laujar -por exigencia del gobernador-, y de Vélez Rubio,  Adra, Berja, Garrucha y Carboneras.
-¿Qué le parece..? ¡Hagamos tiempo! Le invito a un ponche virtual en el Sotanillo...
-Se los  puede usted meter el ponche y el Sotanillo  por donde le quepa, que a estas alturas de la historia ya casi me da todo igual, que solo espero un desenlace  incoherente y surrealista -como intuyo-, para salir de mi papel y de su imaginación.
-Usted se lo pierde por soberbio y desagradecido. Así que, ahí  le dejo o ahí se queda, de cara a la pared... Y que sepa que la cosa va para rato.
Cinco horas han tardado en seleccionar 20 murales de los 78 presentados. Una tarea ardua y con lupa, no exenta de peligro; que ha contado con el asesoramiento del propio Cornejo y las bendiciones de don Modesto Gutiérrez Valmaseda, ex legionario y vicario castrense. Ambos  han puesto, con la ayuda, malicia y recomendación de Olmedilla y Sastre, la penúltima palabra, que será Mariano, hoy mismo, quien diga la última y decida los 10 murales definitivos y la cuantía de los premios, que todavía se lo está pensando.
-Yo le daría cuarenta duros al colegio y veinte a los autores, para que se los repartan como Dios les de a entender. –le dice a Mariano el contable del Gobierno, Bonifacio Chacón-.       
-¿A todos? –le responde Mariano con cierta angustia y tacañería-.
-No, señor; sólo para el primer premio –le aclara Bonifacio, para agregar-. Al segundo y al tercero les podemos dar del almacén –si le parece-  un ejemplar de  la “Biografía apasionada de José Antonio”, de Ximénez de Sandoval, que le ha salido muy redonda y con mucha chicha y tal... ¿No creé, don Mariano?
-Bueno, sí; eso para el colegio. –le advierte el Gobernador, para ordenar luego-. A los niños ponles cinco duros a cada uno, que ya tienen edad de echar un poco de humo como es debido;  y que, hasta que les duren las pesetillas, dejen de fumar sucedáneos y porquerías. 
El momento clave de la jornada va a transcurrir en el despacho oficial de Mariano. Hasta aquí han traído ya los murales Olmedilla y Beltrán, mientras Cornejo y el vicario castrense, Gutiérrez Valmaseda, se han despistado unos minutos en la Peñilla para darse un tiento de “sol y sombra”y mear. Han sido rápidos, bastante rápidos, porque irrumpen en la estancia con apenas quince segundos de retraso.
 -Ya estamos aquí, Mariano. –dicen al unísono; para, seguidamente, mentir también al unísono-. Perdona, jefe, pero con el asma que arrastramos no se puede jugar...
-¡Leches..! –les corta Mariano y añade, dirigiéndose al subjefe de la Movida- Extiende todo sobre la mesa.
Bueno, pues ha llegado la hora, aunque no le agrade, de que tome usted posición en la falsa columna –que tan bien conoce- para recibir doctrina y dar fe de las decisiones de tan peculiar y patriótico jurado... ¡Mire a Cornejo!  ¡Con qué primor coloca ceniceros en las cuatro esquinas de los murales blancos que despliega sobre la mesa de don Nicolás Salmerón! Parece un sastre a punto de cortar los patrones de un vestido de novia.
Mariano pasa la vista repetidas veces sobre los primeros cuatro murales y, sin pestañear y a toda velocidad, los desplaza con un manotazo hasta el suelo, ¡vamos!  Como quien quita las migas de pan de una mesa. 
 
(Ilustración nº 22 - Foto 20 – símbolos- A toda página)
 
-¿Me estáis tomando el pelo que no tengo? –interroga a los presentes con mirada asesina, para añadir a grito pelado-. ¡Quiero titulares y consignas, yugos y flechas..! ¡Y nada de párrafos largos y espesos; y, menos aún, dibujitos de mierda..! ¿Creéis –interroga colectivamente- que Bracamonte se va a detener  para leer unos textos eternos e ininteligibles, cargados de borrones de tinta y de faltas de ortografía? ¿Y qué es eso de “HAZ” y de “AQUÍ ESTAMOS”..?  ¿Pensáis que soy gilipollas o qué? ¡Más cosas y distintas! – termina tajante Mariano- 
Todos se han tomado un respiro a medias; que rebuscan y cuchichean, sin perder comba, al tiempo que observan a Mariano cómo hace e impulsa aros con el humo de su segundo cuarterón.
-¡Ya lo tenemos! –exclama Cornejo, como si hubiera descubierto o cazado un perro con seis patas-. Y, sin más, extiende de nuevo, esta vez con balanceo de cabeza y  mirada y gesto de suficiencia, tres nuevos murales sobre la mesa de nogal. ¿Qué te parece, Mariano? –pregunta, entonces-.
El Gobernador reacciona enseguida; y, más raudo que veloz, dirige su mirada en panorámica sobre los tres nuevos murales que le presenta el subjefe de la Movida. Segundos más tarde, con una mueca de sonrisa que presume aceptación, expone su punto de vista.
-Esto ya es otra cosa... –manifiesta, para luego concretar- Me parece bien; no está mal lo de “POR EL IMPERIO HACIA DIOS”. Un poco largo, tal vez, pero sólido e impactante. Me parecen más contundentes –señala y explica- los recuadros y sus textos. La referencia a los sufragios –concreta- es lo más interesante... Y lee Mariano en voz alta para todos, en busca de asentimiento, uno de párrafos subrayados: “Un Estado Liberal, un sistema democrático, es lo más nefasto para el pueblo; se constituye no ya en el ejecutor resuelto de los destinos patrios, sino en el espectador de las luchas electorales... Mesas de votación y urnas, cuando el ser rotas es el más noble destino de todas las urnas”. ¡Muy bien! –exclama Mariano entusiasmado, y sigue leyendo-. “El sistema democrático es el más ruinoso sistema de derroche de energías. Un hombre dotado para la altísima función de gobernar, que es tal vez la más noble de las funciones humanas, no puede dedicar el ochenta o noventa por ciento de sus energías a sustanciar reclamaciones formularias, a hacer propaganda electoral, a dormitar en los escaños del Congreso, a adular a los electores y a aguantar sus impertinencias y humillaciones; cuando, por la función casi divina de gobernar, éstos están llamados a obedecerle”.
 ¡Ahí le ha dado! –vuelve a exclamar Mariano- ¿De quién es el mural? –pregunta entonces el Gobernador-. -De Laujar, de los alumnos del colegio que hay junto al Puente Verde. –se adelanta Olmedilla a Cornejo, y precisa- Son fragmentos del discurso fundacional.
-Pues a éste y a los niños –sentencia Mariano- ochenta duros y que no se hable más.
 

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